Los molinos de viento llegan a las islas a finales del siglo XVIII. Estos generaron un gran impacto en la sociedad de Canarias. Los constantes vientos alisios y la tradición cerealista del momento abrieron camino a la instalación de muchos molinos y molinas a lo largo del archipiélago. Así se convirtieron en elementos indispensable en el entorno rural de las islas.
En su momento fueron un gran avance a la hora de moler el grano, ya que sustituye en gran medida la molienda manual y las tahonas, quedando delegadas al uso doméstico o a épocas con poco viento.
Actualmente forman parte de la historia de Canarias, considerados Bien de Interés Cultural.
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